domingo, 22 de noviembre de 2015

Apuntes en el Camino

Ante la indignación por la violencia: sentir y pensar son necesarios



El pasado 12 de noviembre dos personas perpetraron atentados terroristas en igual número de lugares de Beirut con un saldo de más de 40 personas muertas y al menos 2 centenares de heridos. Al siguiente día hubo 7 sucesos más en París y sus inmediaciones con un saldo de cerca

de 140 fallecidos y más de 400 lesionados. Estas acciones han sido reivindicadas por el autodenominado Estado Islámico. Han circulado en las redes sociales todo tipo de comentarios que suelen caracterizarse por algo que tienen en común: una terrible simpleza que encajona muchas realidades en torno a algunas palabras: terroristas, musulmanes, islam. En una entrevista que realizó CNN con Reza Aslan, académico de la Universidad de California, sobre este tipo de temas puede verse con claridad en la boca de los periodistas un conjunto de imprecisiones  que resuelven asuntos y provocan en quienes las emiten y quienes las escuchan una idea distorsionada de la realidad, que nada ayuda para comprender el mundo en el que nos toca sumarnos a construir fraternidad, justicia, solidaridad, verdad, valores todos evangélicos que son una buena noticia para las mujeres y los hombres de nuestra época. 

Es claro que la violencia que cobra vidas inocentes nos produce sentimientos de indignación, de rechazo. Nos parece abominables las acciones terroristas que acabamos de presenciar, como las de los criminales en nuestro país o las transgresiones a los derechos humanos que con saldo muy violento realizan funcionarios de los gobiernos por acción u omisión. Y es justo este sentir que nos mueve para no permanecer indiferentes. 

Pero se requiere más: es imperante informarnos, no emitir juicios fáciles, como esos que dicen que la religión es la fuente de toda violencia o que generalizan bajo una palabra el trato in equitativo a las mujeres o las mutilaciones genitales o al terrorismo. Se requiere no caer en la tentación de dividir de manera simplista el mundo en buenos  y malos, fieles  e infieles, violentos y pacíficos. 

Es necesario, además, intentar no perder la perspectiva: la violencia está en París, Beirut, África, pero también en Guerrero, Michoacán, Chiapas y en nuestras ciudades e incluso nuestras casas. Y tenemos que apostarle a que podamos saludarnos entre todos nosotros como Jesús lo hacía con los suyos: "Que la paz esté con ustedes". 

La caridad que acompaña nuestra fe y esperanza requiere de nosotros unir sentimientos y razón en pos del bien y de la verdad que nos hace libres. 






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